21 mayo 2020
Algunos de los restaurantes tinerfeños llevan ya una semana con sus terrazas abiertas para ofrecer su cocina a las personas que quieran comer fuera, pero, ¿cuál es el protocolo que deben seguir? Te contamos la nueva normalidad del restaurante Bejeque, situado en la calle Viana, 61, en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), que regenta como jefe de cocina y propietario el cocinero Elías Rodríguez. Al entrar y preguntar por el protocolo a seguir, nos informaron de que, justo al lado de la puerta, teníamos a nuestra disposición lo que han denominado “zona de limpieza”, con un gel desinfectante, un cartel con las normas obligatorias a cumplir y un sobre de toallitas higienizantes hidroalcohólicas, para después de comer.
La camarera, con mascarilla y guantes, nos guió hasta nuestra mesa. Cada mesa está separada con más de dos metros de distancia y los manteles son individuales y de papel reciclable que se tiran tras el servicio, así como la carta, individual e intransferible para cada mesa, que tras el servicio también tiran. Nos avisaron de que el sistema de la «tablet» con el código QR para el menú todavía lo estaban elaborando, optando así por la otra alternativa, la de carta desechable.
Durante la comida decidimos pedir cuatro platos para compartir. Comenzamos con un Ceviche de pescado blanco (en este caso a partir de un hermoso Jurel) con chips de batata de yema de huevo de El Batán (Tenerife), al que siguieron unos Huevos rotos con confit de pato, que dieron paso a un Entrecot con los pimientos escalivados de mi madre, papas fritas y chimichurri envejecido, para concluir en el postre con un Crumble de manzana con helado de vainilla.
Dado que no podemos compartir cogiendo todos del mismo plato, dispusieron platos individuales para cada comensal y cubiertos de servicio para el plato común. De esta manera, los cubiertos personales de cada comensal no tocaron en ningún momento el plato central. La camarera no se quitó la mascarilla ni los guantes en ningún momento e intentó mantener la distancia con cada comensal, aunque, a decir verdad, a veces se le bajaba un poco la mascarilla y no terminaba de cubrirle la nariz del todo, como es preceptivo.
Cierto es que, si no hubiéramos preguntado, no nos hubieran informado, y al final de la comida fuimos nosotros los que nos acordamos de sacar la toallita que teníamos reservada y procedimos a limpiarnos debidamente las manos. No es fácil estar pendiente de todas las medidas de seguridad e higiene, ni de controlar que todos los comensales lo cumplan, pero hay extremar la precaución en estos tiempos, tanto por parte del personal de sala como por parte de los cocineros y entre los propios comensales. Porque entre todos y todas podemos contribuir a apoyar a los restaurantes locales, mientras cuidamos y protegemos nuestra salud y la de las personas de nuestro alrededor.