La Alacena de La Bodeguita: venta moderna, alma antigua

Pocas mesas, producto honesto, alma de “venta” antigua bien reinterpretada

La Alacena es el último latido del ecosistema de los hermanos Torres en la Cuesta de la Villa: ese triángulo que forman El Calderito de la Abuela, La Bodeguita de Enfrente y Donde Mario

20 octubre, 2025
- Por
Cris Hdez.

Hay lugares que inspiran estación. A castañas y vino cuando arrecia octubre; a chocolate caliente cuando el viento pide abrigo. La Alacena de la bodeguita es exactamente eso: un refugio. Creado por Mario y Fabián Torres con una idea clara: un alto en el camino para el tentempié sin prisas, un desayuno sencillo, el pan aún tibio y la conversación corta con el equipo que atiende, de pie, mientras los clientes eligen qué pieza sobrevivirá al trayecto en coche de vuelta a casa. Pocas mesas, producto honesto, alma de “venta” antigua bien reinterpretada. Abre de viernes a martes, de 9:00 a 15:00, y ya tiene clientela de reloj: los fieles y puntuales al pan que esperan turno con paciencia para hacerse con piezas memorables. El pain au chocolat con praliné de gofio es, sencillamente, escandaloso.

El contexto importa. La Alacena es el último latido del ecosistema de los hermanos Torres en la Cuesta de la Villa: ese triángulo que forman El Calderito de la Abuela, La Bodeguita de Enfrente y Donde Mario, una constelación de proyectos que lleva años empujando el kilómetro cero y el recetario isleño con cabeza, constancia y una energía que no se agota ( o eso parece). Una referencia sólida y sin titubeos en el norte de Tenerife. La nueva Alacena nace pegada a La Bodeguita de Enfrente como espacio de picoteo y compra, con paletilla de pata asada con su chicharrón, conservas bien escogidas y, sobre todo, como punto de venta del obrador Mario Bakes, la marca panadera de la casa.

 

 

La vocación panadera de Mario no es nueva y ha logrado en pocos años posicionarse como una referencia. Mario Bakes trabaja harinas ecológicas, molidas a piedra, fermentaciones largas y solo masa madre, y abastece a los locales del grupo; incluso el propio Calderito presume de tener en su entreplanta el taller donde se hacen los panes. Ese músculo interno explica la corteza crujiente, la miga jugosa y elástica y ese “peso” que invita a untar casi todo lo untable y a repetir sin contemplación.

La familia, además, no juega sola: tiene huerto propio, vino propio, compra a productores de confianza y su relato siempre coherente —de la huerta al plato, del obrador a la mesa— que hoy ya es marca. Incluso han logrado reconocimientos y sellos que legitiman el camino (el Solete de Guía Repsol al Calderito es un ejemplo reciente).

Las coordenadas 28.4147302, −16.5067608 (Google Maps) es el punto que sitúa el Calderito; la Alacena está contigua a La Bodeguita, a escasos metros, dentro del mismo corredor gastronómico de Santa Úrsula. Si uno necesita un “norte” físico para la gula, que apunte ahí y dispare.

La experiencia en la Alacena es deliberadamente sencilla (y ese es el encanto): el café y el agua te los sirves tú. Mientras tanto, la pata bien jugosa, la bollería de factura francesa y las latas elegidas hacen el resto. Quien me conoce sabe que algún ‘pero’ pongo por defecto, y en este caso, el café merece una pequeña revisada…Ahí lo dejo.

 

 

En resumen: calentito y acogedor, un proyecto pequeño en tamaño, grande en intención. Tres meses después de levantar la persiana, La Alacena de la bodeguita consolida lo que la familia Torres lleva años practicando: perseverancia, paciencia, amor por este oficio y mucho trabajo, traducidos en panes de verdad, producto local y una compra-experiencia que huele a casa de toda la vida. Y cuando afuera refresca, ahí dentro uno se siente a salvo.

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