08 septiembre 2022
Era la figura política viva más relevante del siglo XX. La reina Isabel II ha fallecido hoy a los 96 años en el castillo de Balmoral (Escocia) tras 70 años de reinado. El Reino Unido está «destrozado» y en estado de «conmoción» ha declarado la nueva primera ministra británica, Liz Truss.
Para rendirle nuestro humilde homenaje, desde GastroCanarias queremos recordar algunos de los hábitos gastronómicos de la Reina. Sabemos que los Windsor tienen especial predilección por la ginebra. De hecho, Isabel II tenía una propia. La familia real británica comercializa gin elaborado con extractos botánicos recogidos en los jardines del palacio de Buckingham.
El exclusivo destilado fue presentado el pasado verano detallando que “el limón, la verbena, las bayas de espino y las hojas de morera se encuentran entre los 12 extractos botánicos seleccionados a mano para la ginebra en los jardines del palacio”. Estos campos abarcan nada menos que 16 hectáreas “y proporcionan un hábitat para 30 especies de aves y más de 250 especies de flores silvestres”.
Se ha publicado que Isabel II bebía ginebra a diario, acompañada de hielo, limón y un toque de vino especiado similar al vermú llamado Dubonnet. Así lo puntualizó en una entrevista en la CNN uno de los cocineros que trabajó para ella. Además, según señaló el chef, la soberana disfrutaba de una copa de vino con el almuerzo y, en la cena, de una de champán.
Banquetes reales
La Reina era muy cuidadosa con su alimentación y firme en sus hábitos. ‘Ella come para vivir, no vive para comer’, decía el chef de la realeza Darren McGrady. Hacía cuatro comidas al día. El desayuno era muy ligero, apenas un té negro con un par de galletas María. Las comidas se componían de un entrante, plato principal y postre. El chocolate era lo que más la tentaba, aseguró el cocinero, que trabajó 11 años para la Casa Real.
Pero más allá de la rutina, la intensa vida de la monarca estuvo siempre marcada por sus múltiples compromisos y eventos. Los banquetes que se han servido en Buckingham durante los últimos 70 años han marcado una época cargada de lujos gastronómicos. Una sola cena de gala podía llevar hasta 12 meses de preparativos para cocineros, floristas, camareros y mayordomos. Los platos se colocan con cinta métrica para respetar la misma distancia entre comensal y el postre estrella de la casa, la bomba helada, se prepara en un molde de cobre del siglo XIX. Las cenas se sirven en el gran servicio encargado por Jorge IV, compuesto por 4.000 piezas. En la mesa se colocan unos 2.000 cubiertos de plata y cada invitado dispone de 6 copas (destinadas a agua, champán, vino tinto, blanco y de postre y oporto).