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Trufas y Jareas El mundo Foodie Un repaso a la cultura foodie
Los foodies han adquirido una importancia capital en la divulgación del mundo gastronómico. Ser un buen foodie implica probar, viajar y disfrutar.
Espárragos blancos de temporada del resturante Mina con 1 Estrella Michelin • Un foodie encuentra cualquier rincón bueno para una buena compañía, pasarlo bien y, sobre todo, disfrutar de la buena mesa
Juan Antonio Hernández Ponce / GastroCanarias
08 febrero 2017

El mundo de la Gastronomía ha cambiado en los últimos años y ha adquirido una importancia tal que cualquier persona puede o está parcialmente capacitada para opinar. Sin embargo, la vida gastronómica tiene muchas peculiaridades, supone todo un mundo en el que los protagonistas se reúnen anualmente para aportar sus novedades y sabiduría y los periodistas, críticos y demás personas dedicadas a este gremio intentan informar sobre la actualidad del mundo de los fogones.

En varias ocasiones, me he visto involucrado en una conversación entre personas de diferentes gremios y formas de vida que ha tenido un tema en común y la totalidad de las veces ha sido iniciada por la misma pregunta: ¿Qué es un Foodie? ¿Cuál es su implicación en la vida gastronómica actual?

Pues bien, la palabra foodie es un término inglés informal para una clase particular de aficionados a la comida y a la bebida. Asimismo, fue creada en 1984 por Paul Levy, Ann Barr y Mat Sloan para su libro The Official Foodie Handbook.

Los foodies han tomado una importancia capital en la difusión de los eventos gastronómicos y no se deben confundir con periodistas gastronómicos.

El periodista gastronómico tiene la responsabilidad de informar. Su trabajo tiene un propósito que va más allá de comer bien. Debe contar historias, entender el papel de la gastronomía como un motor de desarrollo social, involucrar a los viticultores, agricultores y todo aquello que está detrás de la creación del producto o hacer sentir a chefs y cocineros como una parte importante en la expansión de una región y su gastronomía fuera de sus fronteras.

Sin embargo, los foodies son distintos. Son gente con buen humor, con pasión por la comida y la bebida y por descubrir nuevos horizontes culinarios. Son capaces de organizar un viaje según el lugar a donde les gustaría ir a comer y no al contrario y se adaptan a cualquier situación y presupuesto.

A un foodie, a diferencia de alguien que se denomina Gourmet, no le incomoda ni le importan disfrutar de comer en la barra, bien sentado o de pie, algo tan establecido en nuestro país y seña de identidad de grandes regiones gastronómicas como el País Vasco, Galicia, Asturias o cualquiera que pertenezca al Norte de España.

Los foodies manejan las redes sociales y comparten sus experiencias gastronómicas con el mundo, llegando incluso a tener multitud de seguidores.

Sin embargo, no basta solo con compartir lo que comemos con los demás para ser un buen foodie.

Hace poco he tenido la oportunidad de disfrutar de algunas de las mejores experiencias gastronómicas desde que me considero un “foodie”. A mi modo de ver no solo es suficiente con ir a un lugar a comer. Hay que interesarse por el producto, por cómo se obtiene e intentar conversar con los protagonistas de todo.

Para ser un buen foodie hay que probar y probar y no cerrarse a un estilo culinario. Un buen foodie intenta viajar y encontrar rincones con encanto en cualquier lugar del mundo.

Siendo una persona que ha viajado, a donde quiera que he ido y voy, intento buscar las mejores opciones gastronómicas para todos los bolsillos ya que, es igual de bueno sentarse en un restaurante estrella Michelin, que comer en la calle.

Cada cosa tiene su momento. Así a bote pronto se me ocurren muchas situaciones diferentes en las que he estado inmerso en algún momento disfrutando de buena mesa.

Caminar por París y degustar un fabuloso crep con amaretto en los Jardines de Tullerías es tan foodie como con una magnífica cena en el restaurante Le Dome du Marais, donde sus raviolis de langosta con miso y emulsión de sopa de marisco nos dejarán su sabor para el recuerdo.

O saborear los rincones de Bilbao al son de las mejores barras de pintxos como el Bar Serantes, donde se puede degustar el mejor producto con un auténtico vaivén de platos a base de setas o espárragos blancos de temporada, un gran revuelto o la mejor banderilla bilbaína y contrastarlo con la gran experiencia gastronómica que una barra puede aportar, como el restaurante Mina del chef Álvaro Garrido o ir al museo a disfrutar de obras de arte en el restaurante Nerua galardonados los dos, con una estrella de la Guía Michelin.

Londres y su gastronomía cosmopolita, Croacia con su cocina mediterránea y su trufa de la zona de Istria, Vancouver y la mejor ternera en el Black and Blue Restaurant y cualquier rincón del mundo ofrecen a un buen foodie una experiencia acorde al momento que deberá ser compartida y difundida.

Un foodie encuentra cualquier rincón bueno para una buena compañía, pasarlo bien y, sobre todo, disfrutar de la buena mesa. Europa, Asia, América, cualquier continente es buen lugar. Simplemente, hay que adaptarse al momento y disfrutar de sus gastronomías y sus productos.

Seamos un poco foodie y aprendamos a comer y a beber y sobre todo, a compartir nuestra experiencia. Démosle sabor a la vida.

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