26 julio 2022
El almirante Nelson y su tropa zarparon de Cádiz el 15 de julio. Tras la escala de avituallamiento, izaron velas y partieron a bordo de las fragatas Theseus, Culloden y Zealous, todos de 74 cañones, la Emerald y la Terpsichore, con 36 cañones cada una, el cúter Fox, de 16, y la bombarda Terror, de 8 cañones, para atacar la isla de Tenerife. En solo 6 días de navegación llegaron a la costa de Santa Cruz. Nelson mandó izar la señal para que todos los soldados prepararan el desembarco para la medianoche del 21 al 22 de julio. Subidos a los botes llegaron cerca de la costa, pero el viento soplaba con fuerza y una fuerte corriente contraria impidió que desembarcaran hasta el siguiente día, pero como las tropas castellanas estaban prevenidos y ubicadas en las torres de los castillos, decidieron regresar a bordo. Finalmente, desembarcaron el 25 de julio. ¿Qué comieron los soldados durante la travesía? ¿Qué bebían? ¿Era su dieta variada o la falta de medios para conservar los alimentos los obligaba a comer productos en mal estado?
La investigadora inglesa Janet Macdonald derriba el mito de que en la marina británica se comía endiabladamente mal. En su libro, Feeding Nelson’s Navy: The True Story of Food at Sea in the Georgian Era, la autora niega que los marineros de la Royal Navy comieran carne podrida y galletas duras. Sin bien es cierto que no había frutas ni verduras frescas a bordo, la dieta era variada y abundante -de alrededor de 5.000 calorías diarias- para mantener a la tropa con energía para que cumplieran con el intenso trabajo físico que debían hacer. Se dice, incluso, que muchos de ellos comían mejor cuando navegaban que en su casa y para los mandos era más fácil atajar una rebelión en medio de una de sus peligrosas misiones cuando sus soldados tenían la barriga llena.

Portada del libro de la investigadora Janet Macdonald.
Para los ingleses, como para Napoleón, el estómago de la tropa era fundamental. En su libro, Macdonald detalla cómo cocinaban en los barcos de Nelson y las estrictas normas que había sobre la equidad de las raciones para hacer que compartir la comida en cubierta sirviera para cohesionar al grupo.
Los marineros pasaban meses en alta mar sin tocar puerto. Dadas las condiciones en las que navegaban, para el avituallamiento se tenía en cuenta más la durabilidad que la variedad de los alimentos. Los únicos métodos de conservación de la época eran las salazones, las vinagretas y la deshidratación. No había envases. Todo se transportaba en toneles o cajas de madera y en bolsas de tela.
La base de la dieta de los marineros era la carne salada, el pescado salado y deshidratado, los guisantes, los frijoles y las galletas de agua. En 1733, se estableció que cada hombre que sirviera en los barcos de Su Majestad debía tener garantizadas las siguientes provisiones semanales: pan de trigo y biscuits, vinagre, aceite, 28 litros de cerveza, dos kilos de carne (buey y cerdo), un kilo de bacon, un kilo de guisantes, 1,5 kilo de avena, 170 gramos de mantequilla y 350 gramos de queso, ya fuera de tipo Suffolk (preparado con leche de vaca desnatada y pasteurizada) o Cheddar (más caro y grasoso).
Estas raciones seguían vigentes en 1770, cuando Nelson se unió a la Royal Navy y casi no cambiaron hasta 1847, cuando se introdujo la comida enlatada. No obstante, a partir del siglo XIX, se produjeron algunas modificaciones para evitar los numerosos casos de escorbuto que se daban a bordo, debido a las carencias de vitamina C. Nelson creía que el exceso de sal era perjudicial y comenzó a embarcar animales vivos, principalmente cabras, que eran ordeñadas antes de sacrificarlas. También llevaban gallinas, pero sus huevos estaban reservados para los altos mandos y para los marineros que caían enfermos. Asimismo, la tropa pescaba y también se sabe que se alimentaban de aves, como los albatros.