02 marzo 2016
Hace unas semanas nos dirigimos desde Santa Cruz al pueblo de El Sauzal. Hacía un día buenísimo, soleado, con una temperatura propia de nuestra tierra. Allí, en tan fantástico enclave, se encuentra una pequeña joya de nuestra Gastronomía. El gastrobar AIE que regenta el chef Omar Bedía.
Como siempre a nuestra llegada, su jefa de sala y las chicas que completan el equipo nos atendieron con una sonrisa y un saber estar, igual que la primera vez que fuimos a comer allí, un día del año 2011, guiados por su casual “primer cliente”.
Parece mentira cómo este singular establecimiento, localizado en un sitio tan recóndito, haya conseguido estar en boca de todas las personas que conozco y que, como yo, aman o les entusiasma este mundo o arte de la Gastronomía.
Una vez entras en AIE, el día cambia y te encuentras en un momento único, en el que el tiempo se para y consigues que tanto su buen ambiente, como esa cocina vanguardista de tan alto nivel, hagan del día un placer para los sentidos y para la memoria.
El chef Omar Bedía no descansa y no para de crear nuevos platos, acompañados por abundantes productos locales, muchos de ellos ecológicos y, sobre todo, con mucho, mucho sabor.
En el momento de elegir el menú, son tantas y tan buenas las opciones, que cuesta ponerse de acuerdo ante las diferentes posibilidades que su carta nos ofrece. Pero una vez los comensales se han decidido, solo toca esperar y por supuesto, ante todo, disfrutar. No recuerdo ni una sola elaboración que haya estado por debajo de las expectativas.
Siempre Omar Bedía y su equipo sorprenden con algo nuevo, pero sí que hay algunos “must”, que no pueden faltar, como la fresca Ensalada de salmón de Uga con esferificaciones de yogourt, mango y requesón, los curiosos Wan-tun de queso de Güímar con chorizo de Teror, el cuidado Carpaccio de Black Angus, el exquisito Risotto de setas y trufa, o bien la pasta fresca, siempre al dente, con la que uno puede viajar directamente a la mismísima Italia tras el primer bocado.
Si nuestro apetito nos lo permite, hay que dejar un pequeño hueco para el postre, siendo obligatoria la aparición del Cremoso de chocolate y de la Espuma de yogourt, para terminar con un buen café o un especial gin-tonic, marca de la casa.
Sin duda este Gastrobar y su equipo tienen más que merecido el Sol de la Guía Repsol, que alberga en sus vitrinas.
Hasta aquí nuestro sabroso viaje de hoy por el norte de la Isla. Nos encontramos la semana que viene aquí o disfrutando de una buena comida. ¿En dónde, si no?