21 septiembre 2016
Bilbao o Bilbo es una ciudad a la que muchas otras deberían mirar y verse reflejadas. Sus gentes, aparentemente toscas pero a la vez amables, trabajadoras y siempre serviciales, son una de las mejores cartas de presentación de las que dispone la ciudad si uno quisiera describirla.
Durante muchos años Bilbao fue una ciudad gris, siempre azotada por el duro clima de Euskadi y, a pesar de que su gente le daba un color especial, que no tenía nada que ver con el de la capital andaluza, el atractivo visual de la ciudad no era el mismo que el que posee en la actualidad.
La Ría de Bilbao o Ría del Nervión, su casco viejo o Siete Calles, lleno de tascas de pintxos y la construcción del tranvía, así como un aire europeo muy renovador, han hecho en su conjunto que la ciudad haya cambiado y se haya convertido en un referente de nuestro país.
Todo ello, no sería lo mismo si no se hubiera llevado a cabo la construcción de uno de los edificios más espectaculares que constituye un ejemplo de la arquitectura más vanguardista del siglo pasado. Su diseño crea una estructura escultórica y espectacular perfectamente integrada en la trama urbana de Bilbao y su entorno.
El museo de arte contemporáneo alberga en su interior infinidad de exposiciones y obras de arte, pero no solo en pintura y escultura se basa su arte. En una de sus estancias existe un rincón encargado de elaborar arte desde que se asciende por la escalera exterior, situada frente a la famosa araña “Mamá”, que lleva a su galería.
El restaurante Nerua del chef Josean Alija y su equipo, y con una estrella de la Guía Michelin, es un lugar de muy buena mesa y a cuyo trabajo se le puede dar la categoría de arte desde que uno prueba el primer bocado de las elaboraciones de su magnífico menú degustación.
Cervezas de autor y unos snacks de alta cocina serán los teloneros de una función que irá otorgándonos lo mejor de la cocina vasca a través de elaboraciones cuya complejidad y sabor son dignos de los mejores galardones.
El servicio de sala es de nivel superlativo. Todo está milimetrado. El tiempo, la atención, su personal está pendiente de todo para que no pase desapercibido cualquier gesto de los comensales, pero siempre en la distancia y sin que los miembros de la mesa noten su presencia.
La decoración, aunque parece algo fría, siempre en armonía con el estilo del museo, tiene un diseño perfecto cuyo único fin es que no apartemos la vista ni la atención de las obras de arte que irán llegando desde los fogones.
Tres son los menús de degustación que se podrán disfrutar en restaurante Nerua, donde ninguna de las elaboraciones pasará desapercibida y crearán un recuerdo perenne en nuestra memoria.
Tomates, hierbas aromáticas y fondo de alcaparras, espárrago triguero, aguacate, rúcula y clorofila y unas anchoas fritas, crema de avena y salvia, darán paso a una merluza frita con hebras de pimiento txoricero entre otros, para preparar nuestro paladar a un universo dulce sin igual, donde unos postres de lo más vanguardistas y de una complejidad técnica altísima, como un higo, menta y leche de higuera helada serán siempre recordados.
El restaurante Nerua, del chef Josean Alija, y su equipo bien merecen su reconocimiento y mejor aún la ubicación de su restaurante, al lado de muchísimas obras de arte. No es para menos que podamos nosotros considerarlo igual. Habrá que ir al museo.